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lunes, 7 de abril de 2008

La calabaza demoníaca de camisón de seda

Artículo "La calabaza demoníaca de camisón de seda", procedente de la versión del 8 de octubre de 2007 de la Wikipedia, bajo licencia "Libre de documentación GNU". Su historial de autores puede consultarse aquí.

La calabaza de camisón de seda o el monstruo de las pistolas de agua es un personaje ligado a los mitos populares originarios de La Pardilla, barrio teldense de la isla de Gran Canaria (España). El oficio de este ser fantástico no es otro que el de ‘asustador de niños’, puesto que los padres lo mencionan con el objeto de que sus hijos acudan a sus respectivas camas a una hora temprana. A su vez, la mente colectiva infantil siente verdadero temor por la idea de encontrárselo en una excursión nocturna hacia el baño; por lo que es frecuente orinarse en las sábanas hasta edades tardías comprendidas entre los seis y nueve años. Es similar al 'el Coco' y al 'Hombre del saco' en su cometido, pero su relación no es del todo fiable a falta de estudios léxicos e históricos que lo demuestren.

Descripción
Su imagen resultará ridícula a ojos de un adulto escéptico, pero le hará temblar las piernas a los inocentes infantes. La calabaza demoníaca tiene por cabeza una calabaza tallada a modo de ‘Jack O-Lantern’ (calabaza hueca con una vela en su interior, común en las fiestas de ‘Halloween’); viste un rígido camisón de seda rosa-transparente, y va armado con dos pistolas de agua veraniegas enlazadas a sus dos extremidades. Parece medir algo más de dos metros, recreando un efecto óptico piramidal partiendo de un punto de fuga equiparable al ángulo de visión de la supuesta víctima. Además, parece flotar en el aire, por lo que es imposible rastrear sus pasos.

Situación, disposición y medios
A diferencia de otros ‘asustadores’ como el Sacamantecas o el Tío Saín, La calabaza demoníaca no parece estar vinculado a crímenes de asesinato reales. Ciertamente, ‘La Pardilla’ es un barrio tranquilo y campechano de antiguos agricultores de tomate, pastores, y humildes ganaderos. Sus calles estrechas, las decenas de cercados, y los múltiples canales de acequias prevalecen desde sus inicios hasta día de hoy; y en sus registros no figuran asesinatos o sucesos sangrientos que ensombrezca su condición de pueblo apacible.

El medio por el que se cree haber propagado la noticia de este terrorífico ser no es otro que el oral, razón de más para suponer que su quimérica forma es el resultado de un popurrí de mitos urbanos condensados en uno solo, la calabaza demoníaca. Es muy frecuente enterarse de estas historias visitando el centro pardillense de Educación General Básica ‘María Suárez de Fiol’, donde los niños comparten sus más profundos miedos a la hora del recreo.

Historia de Armiche
La historia más extendida y quizá la que dio origen a la calabaza demoníaca sea la de Armiche acaecida en el invierno de 1997, un muchacho que por aquel entonces gozaba de la tierna edad de ocho años. La skene nos sitúa en ‘Lomo Caraballo’ (perteneciente a ‘La Pardilla’), en una casa terrera a medianoche. La familia de Armiche dormía hondamente, pero a él le era imposible conciliar el sueño. Tras revolverse una y otra vez en su cama sin éxito, siente la necesidad de ir al baño a orinar.

Armiche era un chico miedoso, y le aterrorizaba la idea de pasear por su largo y oscuro pasillo de madrugada. Por contra, también le disgustaba la idea de orinarse en el colchón, así que se levantó y encaminó sus pasos hacia el WC con los ojos bien cerrados para no asustarse y volver atrás. Ya que, aún tapándose la vista, conocía su casa y tenía las baldosas contadas.

De pronto, algo le alertó, el reloj pendular de la sala de estar se silenció, las baldosas del pasillo radiaban calor en sus pies descalzos, y una brisa gélida erizó su piel como si sus paredes se hubiesen convertido en ventanales abiertos de par en par. Armiche cerró los ojos con más fuerza, apretó sus dientes, y aligeró el paso hacia el baño. Es entonces cuando se topó de lleno con un objeto que obstaculizaba su carrera y que su memoria le advertía que aquello que fuera esa ‘cosa’, nunca había estado allí antes.

Tras reponerse de la caída, el silencio se acentuó hasta el punto de creer que se había quedado sordo, y su olfato se impregnó de un olor fuerte a canela y a manzana de caramelo. Su curiosidad se agravó y alzó la vista progresivamente; una calabaza vestida de seda y con pistolas de agua se mantenía estática frente a él. Armiche, mudo de la impresión, regresó a su cama; quedándosele grabado el encuentro infernal con el monstruo para el resto de su vida.

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